A raíz de la crisis financiera mundial de 2008, más de una decena de países europeos intentaron tapar los déficits presupuestarios con programas que incluían la compra de viviendas. Sin reglas a nivel de toda la Unión Europea, los requisitos de variaron drásticamente: de una inversión mínima de 50.000 euros en Letonia a los 1,2 millones de euro en los Países Bajos. A cambio, los inversores suelen vivir y trabajar en el país de tres a cinco años y pueden solicitar la ciudadanía.
La UE lleva tiempo presionado a los gobiernos para que pongan fin a estos visados con el argumento de que son antidemocráticos y pueden servir como un medio para la entrada de dinero negro a la región. “Los valores europeos no están a la venta”, afirmó hace uno año Didier Reynders, comisario europeo de Justicia de la UE.
Ahora, con la mayoría de los países europeos en una posición financiera estable, son los altos precios de la vivienda y una mayor oposición interna los que están empujando a los gobiernos a echar el freno a estas inversiones.
En medio del creciente descontento por el aumento de los precios de la vivienda, el gobierno portugués señaló hace unos meses que terminaría con el programa de permisos de residencia para extranjeros (ARI), tan pronto como el Parlamento debatiera y aprobara la legislación revisada, probablemente en las próximas semanas.
Algunos destinos populares para los solicitantes se están volviendo menos acogedores. Irlanda cerró su plan el 15 de febrero. Y desde Grecia afirman que duplicará su umbral de inversión a 500.000 euros en varios lugares, incluida Atenas. A medida que los programas portugueses e irlandeses terminan, los consultores destacan que ha habido un aumento del interés hacia Grecia y España.
Chinos, rusos y estadounidenses, entre los más beneficiados
Es difícil obtener estadísticas a nivel europeo, pero la evidencia disponible sugiere que una gran mayoría de las personas que se benefician de los programas son de China. En Irlanda, que concedía la residencia a cambio de una inversión de 500.000 euros a compradores con un patrimonio personal de al menos dos millones de euros, los ciudadanos chinos representan más del 90% de las 1.727 solicitudes aprobadas desde 2012.
En Grecia, representan casi el 60% de 12.818 ‘golden visa’ en la última década. En Portugal, la cifra es casi la mitad de los 11.758 permisos otorgados desde 2012. Antes de la invasión de Ucrania, muchos rusos solicitaron visados en países europeos, y la cantidad de estadounidenses que buscan un permiso de residencia ha aumentado en los últimos años.
Los programas de ‘visados dorados’ trajeron dinero a los mercados inmobiliarios europeos: alrededor de 3.500 millones de euros al año entre 2016 y 2019, según el Parlamento Europeo.
En Portugal, se diseñó una revisión de la ley de 2015 para impulsar mejoras en el parque de viviendas al reducir el umbral de inversión en un tercio para los solicitantes que compran una vivienda que necesita rehabilitación.
En Lisboa, estas políticas, combinadas con el levantamiento de los controles de precios del alquiler y una fuerte campaña para atraer turistas, han sido transformadoras. Cais do Sodré, una vez un distrito arenoso frente al mar de calles estrechas, ahora rebosa de hoteles elegantes, alquileres a corto plazo, restaurantes gourmet y boutiques de lujo. A lo largo de su arteria principal, un mercado de pescado y agricultores de 133 años de antigüedad se ha convertido en un salón de comidas que atrae a unos cuatro millones de visitantes al año.
“Uno de los culpables de la subida de los precios de las casas”, pero ¿son tantos?
Pero el rejuvenecimiento de una zona es la gentrificación de otra, y el aumento de los precios de las viviendas ha alimentado la percepción de que los ricos titulares de una ‘golden visa’ han dejado fuera a los residentes.
En Lisboa, el coste medio de la vivienda residencial se ha triplicado desde 2015, según idealista. En Atenas, los precios de las viviendas aumentaron un 48% en los últimos cinco años, según datos del gobierno. En Dublín, han subido un 130% desde 2012, afirmé el Ejecutivo.
El aumento de los precios ha desencadenado protestas en las que los manifestantes se quejan de estos programas de visados junto con su oposición a la gentrificación, los alquileres tipo Airbnb y la falta de viviendas asequibles.
Ha habido incluso reacciones en países que otorgan relativamente pocos permisos de este tipo. En España, donde se emitieron solo 136 de estos visados en 2022, no es raro escuchar quejas sobre su efecto en el mercado inmobiliario. “Es fácil que vengan unos señores a pedir permiso de residencia y se compren una casa con medio millón de euros”, afirmó el pasado febrero el líder del partido político Más País, Íñigo Errejón, en una entrevista a la Cadena SER. “Parece casi colonial”.
Sin embargo, los datos del mercado sugieren que estos visados tienen poca influencia en el valor de las propiedades. En Irlanda, solo se emiten unos pocos cientos de visas cada año, en un mercado que vio 60.000 transacciones residenciales en 2022. “El esquema tuvo muy poco impacto”, afirma Ronan Lyons, profesor de economía en Trinity College Dublin.
Las propiedades adquiridas a través del programa rn Portugal representan aproximadamente el 0,3% de las 300.000 transacciones inmobiliarias anuales del país, según la inmobiliaria THe Agency. “Eso no es suficiente para afectar a nada”, dice Ayres Neto, socio gerente de la oficina de la compañía n Portugal.
Las expertos y analistas que trabajan con estos programas dicen que cualquier reacción negativa será temporal. Los países de todo el mundo han visto durante mucho tiempo el beneficio de atraer inmigrantes ricos y cualificados dispuestos a financiar nuevos negocios, destaca Nuri Katz, fundador de la firma de inversión Apex Capital Partners. “Es poco probable que esto cambie. Si bien pueden ser reformados, no se extinguirán”.